Panorama Político Bonaerense

Divide, sigue dividiendo y reinarás en la Provincia

La gobernadora María Eugenia Vidal sonríe cuando piensa en la "unidad" del peronismo. (Dibujo: NOVA)
La gobernadora María Eugenia Vidal sonríe cuando piensa en la "unidad" del peronismo. (Dibujo: NOVA)

Por Maxi Pérez (@perezmaxi), corresponsal de NOVA en Casa de Gobierno y Legislatura

 

Por estas horas en las que el reclamo sindical se endurece en todo el territorio nacional, en la capital bonaerense parece peligrar el inicio de las clases, además de las tensiones desatadas en torno a las modificaciones de la caja jubilatoria de los empleados del Banco Provincia. El principal aliado político del Gobierno de María Eugenia Vidal, el que más esfuerzos parece hacer para mantener no solo la gobernabilidad, sino para garantizar la reelección de la mandataria en 2019, es sin dudas el peronismo.

Y no sólo "un sector", el PJ dialoguista o el del Frente Renovador, ni siquiera el peronismo en Cambiemos, sino claramente "todo" el espacio, desde su ala kirchnerista más opositora hasta sus facciones más fanatizadas con el macrismo, como las que representan Joaquín De La Torre e Ismael Passaglia.

Ocurre que a pesar de los intentos post electorales de trazar puentes entre los distintos espacios, el oficialismo logró cerrar acuerdos individuales y con pequeños grupos, con los que pudo profundizar la atomización de los dirigentes del principal espacio de oposición, que ahora aplican a rajatabla aquello de "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago", al reclamar permanentemente la unidad, pero actuando de manera rupturista en prácticamente todos los foros de discusión política.

El encuentro que se desarrolló en el Partido de La Costa la semana pasada y que sirvió como paso previo al Congreso que se realizará en el mismo distrito, demostró que a pesar de las intenciones de la conducción a cargo de Gustavo Menéndez y Fernando Gray, el PJ sigue sin rumbo, no encuentra un lugar para el kirchnerismo y por eso mismo aún genera desconfianza entre los dirigentes más cercanos a Sergio Massa y Florencio Randazzo.

El gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, dijo en un video que se viralizó a través de redes sociales y grupos de WhatsApp que "hay una especie de consentimiento de que no haya un 2019 para el peronismo o para la oposición, como que la reelección de Mauricio Macri está asegurada y el peronismo hará un papel testimonial". Y así es como se manejan por ahora los diferentes espacios que se reivindican peronistas en la provincia.

El kirchnerismo parece demasiado enfrascado en la disputa nacional como para atender cuestiones concretas de la provincia y los distritos, y sus principales referentes tiene cada vez mayores problemas para bajar al llano las críticas hacia la gestión de Cambiemos que no culminen en el gobierno nacional.  Cometen el error de seguir aplicando la fórmula que tantos réditos les dio cuando fueran gobierno según la cual "no hay ciudad ni provincia sin gobierno nacional", lo que potenciaba los éxitos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, pero que ahora desde la oposición, dejan afuera de la crítica a sus adversarios concretos en el territorio.

Por el lado del massismo, si bien el ex intendente de Tigre logró sortear la tormenta y ordenar a la tropa, no lo hizo sin tensiones y hasta heridas internas que podrían salir a la superficie en cualquier momento, por lo que el coqueteo con el PJ no K, solo para levantarse el precio en la ratificación de algunos de sus acuerdos estratégicos con Vidal, dejó en off side a más de un dirigente de ese espacio, entre los que se ilusionaron con una vuelta a las fuentes y aquellos que aborrecieron el mismo movimiento.

En definitiva, así como el kirchnerismo no logra salirse del eje nacional, el massismo tiene problemas para consolidarse como algo más que la sumatoria de dirigentes locales con aspiraciones mayores a las que les puede ofrecer el Frente Renovador y los restos de su acuerdo con el GEN de Margarita Stolbizer.

Randazzo decidió volver al ostracismo y esperar el momento.  Es como si nadie le hubiera dicho que quizá su cuarto de hora en la política se terminó cuando dejó de ser ministro de Cristina Fernández de Kirchner.  "El flaco" no logró entusiasmar al electorado y después del papelón de 2017 mucho menos podrá entusiasmar a la dirigencia, que lo seguirá considerando como uno de hombres de consulta, pero ya no como la cabeza de ninguna aventura política.

Queda entonces la estructura oficial del Partido Justicialista, la que supo ganar elecciones solo con el sello y sin importar los nombres, la que fue imbatible en el Conurbano, la que ahora conduce el intendente de Merlo y que como acusara el camionero Hugo Moyano hace unos años, se parece más a una cáscara vacía que al partido que supo ser.

Y no es por malas intenciones, el liderazgo de Menéndez, compartido además con su par de Esteban Echeverría, es meramente formal y su figura no representa un polo de atracción para el resto de los peronistas, ni siquiera para aquellos que se entusiasmaban con ver caras nuevas en el partido.

El presidente del PJ debe lidiar con una guerra sucia que se juega en la zona sur entre Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora, y el tándem Fernando EspinozaVerónica Magario, de La Matanza, que buscan no perder la supremacía territorial.

Esas disputas y esas tensiones quedaron en evidencia esta semana cuando el partido pretendió tomar posiciones ante las políticas de ajuste y anticipar alguna movida de rechazo a las medidas de Macri y Vidal, pero solo se notó la falta de cohesión interna, la atomización, la desconfianza entre la dirigencia y la increíble falta de unidad a pesar de lo que todos reclaman y prometen. Por ahora en la provincia, Vidal puede mirar de reojo y sonreír.

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