Policiales

“El chaleco antibalas se lo compraron los vecinos”

Lo dijo la viuda de Claudio Serrano, denunciando que “el sueldo no le alcanzaba“. El policía asesinado en La Loma fue inhumado en el cementerio de Berisso, ciudad donde nació y vivió. El dolor y la bronca de sus compañeros
Lo dijo la viuda de Claudio Serrano, denunciando que “el sueldo no le alcanzaba“. El policía asesinado en La Loma fue inhumado en el cementerio de Berisso, ciudad donde nació y vivió. El dolor y la bronca de sus compañeros

BERISSO, Junio 14.-(BerissoCiudad.com.ar) Los restos del subteniente Claudio Serrano (45) fueron velados en la sala de sepelios Flammini de 11 y 163 de Berisso. Desde muy temprano desfilaron decenas de amigos, compañeros y familiares, todos atravesados por el mismo sentimiento: un dolor profundo, una tristeza que no se cuenta ni se contagia. Se vive. Los padres de Claudio, la madre de sus tres hijos de 21, 20 y 12 años y la actual pareja no pararon de derramar lágrimas de desconsuelo.

 

“Amaba su trabajo”, dijo con la voz entrecortada Andrea, la novia de Serrano.

 

En la entrada de la funeraria descansaban contra la pared ofrendas florales de todos los destinos por los que Claudio paseó su vocación de servicio: comisarías Segunda y Cuarta de Berisso, Segunda de Ensenada, Sexta, Novena, Décima, Decimosegunda y Segunda de La Plata, y de la delegación La Plata de Investigaciones de Drogas Ilícitas y de la Departamental La Plata.

 

“Era un buen ‘vigi’. Siempre dispuesto para acudir a las denuncias. Metió a mucha gente presa. Nunca te dejaba a pata”, comentó uno de sus compañeros.

 

Por el lugar desfilaron las máximas autoridades policiales de la región y la Provincia, lo que irritó a algunos efectivos de base. “Estos aparecen ahora, cuando viene la prensa. Los que damos la cara ante el peligro todos los días somos nosotros, los que para llegar a fin de mes tenemos que trabajar sin parar”, afirmó un oficial de 35 años, de civil, que no quiso identificarse por razones obvias.

 

Gladys Benítez, la madre de los hijos de Claudio, anticipó: “Vamos a marchar para que se haga justicia. A esos hijos de puta los tienen que agarrar. Voy a pelear para que mis hijos sientan al menos un poco de paz”.

 

Cuando salió el auto que trasladaba el féretro de Claudio, Gladys se descompensó y tuvo que ser asistida por los médicos.

 

Ante los micrófonos de los canales, los grabadores y celulares de los movileros, la mujer repitió algunas frases: “Yo voy a hacer justicia”, “si agarro a los asesinos, los mato con mis manos”. Y lo más grave: “A Claudio el chaleco antibalas se lo compraron los vecinos, porque el sueldo no le alcanzaba”.

 

El cortejo fúnebre fue dramático. Ni bien comenzó, se descompuso la ex esposa de Serrano. Luego, más de 400 personas acompañaron con aplausos el monocorde ulular de las sirenas, como ocurrió el 12 de marzo, en la despedida a los restos del subteniente Miguel Martínez, asesinado en Olmos.

 

La caravana de autos atravesó las seis cuadras que separan la casa de sepelios del cementerio Parque de Berisso. En la entrada, la banda de música de la Policía recibió con honores el ataúd de Serrano y hubo unas palabras de despedida del jefe de la comisaría Segunda, el capitán Gustavo Perucci.

 

“Fue un excelente camarada, un hombre de familia, ejemplo de honradez, hidalguía y coraje. Su amor por la vida contrastó con el accionar salvaje de sus agresores, quienes ya darán cuenta por lo que hicieron ante la justicia. Despedimos a un héroe, que no dudó en poner su vida en peligro para salvar la de una mujer a merced de delincuentes”, enfatizó.

 

Luego, el capellán ofreció una oración. Y los padres de Claudio recibieron de manos de un directivo del ministerio de Seguridad la gorra de su hijo y una bandera nacional.

La madre, una mujer no vidente, se abrazó a la gorra, cerró sus ojos y alzó la vista al cielo. Y nadie se atrevió a callar ese silencio.

 

En dos semanas iba a ser abuelo

 

Claudio Serrano (foto) tenía 44 años, había nacido el 31 de diciembre de 1964 en la ciudad de Berisso, donde cursó los estudios primarios en la escuela 17 y transcurrió buena parte de su vida. En 1987 se sumó a las filas de la Policía bonaerense. Se casó con Beatriz Benítez y tuvo tres hijos: Cintia (21), Maximiliano (20) y Nicolás (12). La mayor está embarazada y en dos semanas lo iba a convertir en abuelo.

 

Los allegados a Claudio comentaron que no tenía un hobbie, ni nada que lo apasionara fuera de cumplir con su tarea y cuidar de su familia. “A él le encantaba trabajar para que a sus hijos no les faltara nada”, comentó Luis Schultz, un compañero de la fuerza y vecino.

 

“Después de salir de la comisaría, hacía horas extras en bancos y los fines de semana en la cancha. No se quejaba. Así y todo, recién el año pasado se pudo comprar una casita en 28 y 176. Y hace unas semanas le compró una moto nueva a su hijo”, detalló Luis.

 

Varios de sus camaradas coincidieron en decir que “Claudio siempre iba al frente”. El jefe de la Policía, Juan Carlos Paggi, lo confirmó al decir: “Serrano se bajó presuroso del móvil para ayudar a la mujer que los delincuentes habían tomado de rehén, sin colocarse el chaleco antibalas que dejó en el patrullero. No priorizó su vida, sino la de la víctima”.

 

De 1987 a 1989 prestó servicios en comisarías de Berisso y, desde entonces hasta ahora, en La Plata. Su último destino fue la Segunda, donde trabajaba desde agosto de 2001.

Había ascendido a subteniente el 1° de enero de 2008. Residía en el Barrio Obrero de Berisso.

 

Los testimonios del barrio

 

“Lloraba y le tomaba la cabeza a su compañero”

 

En esas cuadras de La Loma donde anteanoche ocurrió el trágico tiroteo que terminó con la vida del subteniente Claudio Serrano, los vecinos no salían ayer de su asombro.

Los que viven en 15 entre 37 y 38, y en 37 entre 15 y 16, revisaron varias veces las fachadas de sus casas para verificar si habían sido alcanzadas por alguna de las decenas de balas que cruzaron por allí. Y se dedicaron a contabilizar las marcas de tiza que dejaron los peritos de la Policía Científica en cada sitio donde quedó un plomo o una vaina servida. Los especialistas trabajaron hasta altas horas de la madrugada de ayer, cuando la neblina empezó a volverse densa y ya no quedaba ni una sola de las almas que se alteraron con la historia.

 

Agustín un joven de 29 años que vive a pasos de la esquina de 15 y 37, habló con Trama Urbana. “Escuché como veinte tiros y después gritos de una persona que se quejaba de dolor. Salí y vi a dos policías. Uno estaba acostado boca arriba y el otro arrodillado a su lado, sosteniéndole la cabeza. Me acerqué y el que estaba llorando de rodillas me pidió que buscara ayuda”, recordó.

 

El joven llamó desde su celular al 911 y en menos de un minuto aparecieron varios patrulleros y motos de la policía. “El herido se se agarraba la cabeza y se quejaba - continuó Agustín -. Tenía sangre en el cuello. El compañero estaba muy nervioso. Traté de calmarlo. Le palmeé la espalda y me di cuenta de que tenía el chaleco colocado. Luego cargaron al policía baleado en una camioneta y se lo llevaron al hospital”. El joven contó que pudo observar a dos hombres que escapaban en dirección a 16 y que en esa esquina tomaron rumbos distintos. Consultado sobre la seguridad en el barrio, Agustín aseguró que “el último año se tornó violento. En pocos meses asaltaron distintas casas con una modalidad muy parecida a la que pasó en la del contador”.

 

Sin poder disimular el miedo, el joven reflexionó: “Diez minutos antes de que empezara el tiroteo, yo estaba en la calle sacando la basura”.(Fuente: Diario HOY)

 

 

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