Tras
la crisis política, económica, social y cultural que sufrió nuestro país cuando
el modelo neoliberal y entreguista llegaba a su fin tras haber destruido
cientos de miles de fuentes laborales y un futuro próspero para la población,
la Argentina se preparaba nuevamente a una nueva salida democrática en abril
del 2003.
La
represión de la policía, las bolsas de comida de la vergüenza, la inestabilidad
económica con el “corralito” de por medio, los 5 presidentes en una semana
habían marcado la necesidad de un cambio radical, aunque a la postre en las
listas figuraban los mismos nombres nefastos de siempre, sobre todo aquel
riojano que nos traicionó a todos los peronistas con el “salariazo” y la
“revolución productiva”.
Sin
embargo, el por entonces presidente Eduardo Duhalde (quien decidió no
presentarse) eligió a un gobernador de la Patagonia para sucederlo en el sillón
de Rivadavia y afortunadamente no en las políticas implementadas, algo que se
verá en los años siguientes.
Néstor
Kirchner, un flaco alto, medio desprolijo, con un apellido difícil de
pronunciar, que a muchos le causaba gracias su mirada desviada. Una provincia
prolija, con una buena administración y un matrimonio que cuanta veces pudo se
opuso desde el Congreso de la Nación a las políticas vendedoras de Patria de
los 90, era lo único que se sabía.
Hay
un dicho que dice “para ganar a veces primero hay que perder”, quizás esto
Néstor lo entendió tiempo después, porque tras haber cosechado el 22 por ciento
de los votos parecía que la Argentina volvía a hundirse más de lo que estaba
porque el otro candidato inexplicablemente llegó al 24,3 % de los sufragios.
Por primera vez se llegaba al Ballotage con fecha para el 18 de mayo.
Pero
el 14 de mayo la persona que nos vendió, nos traicionó y nos hundió en una
profunda crisis, tiró la toalla, se escapó como una rata por los tirantes tras
los rumores de que la intención de voto de Néstor rondaba entre el 60 y 70 %.
Eso paradójicamente denotaba el fin de un modelo de país que dejó de rodillas a
la Argentina, por ende marcó el día que comenzó a construirse la “Dékada
Ganada”.
Una
década marcada por una fuerte presencia del Estado Nacional, poniendo a la
economía al servicio del Estado y no al revés, con un fuerte aporte a la
educación, a la inversión en la obra pública, a la política de Derechos Humanos
recuperando la memoria colectiva de los 30 mil compañeros desaparecidos, por
cancelar la deuda con el FMI, la unión de los países latinoamericanos, por
bajar los cuadros de los milicos represores y muchas pero por suerte muchas
cosas más.
Gracias
“Flaco” por ser el primer presidente militante, siendo el heredero y mejor
intérprete de la doctrina peronista. Gracias por devolvernos las banderas de la
Soberanía Política, la Justicia Social y la Independencia Económica.
JUP Berisso