Por Raúl Murgia (*)

Asisto atónito, y soy presa de una atmósfera nefasta y deprimente, compuesta de una mezcla de estupor, hastío, y de otras sensaciones que salen y entran: sorpresa, indignación, decaimiento, bronca, a una placa televisiva que anuncia la muerte del Fiscal Federal Alberto Nisman.

Tengo la horrible tentación de pensar que mis treinta y pico años de militancia, de esfuerzo militante por consolidar una República Democrática se esfuman como se esfumó la vida del funcionario del ministerio público. Que no alcanzaron, que no sirvieron.

Tengo la escalofriante sensación que me arrebatan la República de Alfonsín, la que tanto trabajo costó.

Mi mirada es la mirada del ciudadano común, del que trabaja, estudia y produce para el país, del que tiene hijos o nietos que van a vivir en esta Nación y que van a tener que vivir de su trabajo. No es una mirada desde la política, porque seguramente muchas cosas que escribiré no serán “políticamente correctas”.

Leo y veo los medios opositores, leo y veo los medios oficialistas y no puedo leer ni ver medios independientes porque sencillamente no los hay. Unos dicen una cosa y los otros exactamente lo contrario. Uno, que tiene algo de experiencia, trata de establecer una opinión en el término medio….pero a veces se hace difícil. Los dirigentes políticos amigos también se nutren de los medios, no tiene información desde adentro del poder…están totalmente afuera.

Por esta razón trato de hilvanar conceptos desde mi humilde percepción y con los elementos informativos de que dispongo.

El Estado nacional no pudo o no quiso garantizar la seguridad del fiscal…las dos posibilidades son de una gravedad inusitada.

La presidente de la Nación opina como si fuera un ciudadano común en lugar de tomar decisiones. Primero opina una cosa y al otro día otra...”ella cree que no fue un suicidio”… si así hubiera sido deberían cesar inmediatamente en sus funciones los responsables de Interior y Seguridad. A todo esto la sociedad siente incertidumbre y desprotección cuando observa a su presidente débil, irresoluto, errático, a la deriva. Y si antes había “sensación de inseguridad”… ¿Ahora qué?

Como mínimo el Ejecutivo y sus voceros parlamentarios dejan traslucir que un grupete de mercenarios criminales pueden más que el Estado, que no los controlan, que les temen. Que son tan cómplices los unos como los otros, que no es posible que esta administración ponga fín a semejante caos.

El Congreso Nacional, prácticamente convertido en una escribanía del gobierno, no atina a una acción institucional que equilibre o compense el desbarajuste del Poder Ejecutivo. Todas acciones individuales, especulativas.

La Justicia tironeada por el gobierno y por los oscuros personajes de la Secretaría de Inteligencia, por la “interna de los servicios” que este gobierno utiliza con intereses subalternos.

La Justicia que, ojalá me equivoque, no encontrará ningún responsable de este crimen como de tantos otros crímenes producidos, de este mismo “estilo” durante las dos últimas décadas.

Los partidos o frentes políticos que no forman parte del gobierno…..cada uno por su lado, sin coordinar acciones comunes para presionar por el esclarecimiento y por otras medidas necesarias para el restablecimiento de las instituciones del estado. Pareciera que no comprenden la gravedad de la coyuntura. Pareciera que no advierten que está en serio riesgo la República.

Cuando se trata de la República, cuando se trata de la Democracia no hay izquierda ni derecha.

Nosotros los ciudadanos de a pie, los que pensamos lo que decimos y hacemos lo que decimos. Los que somos leales a nuestras convicciones y día a día damos todo lo que podemos en forma desinteresada para ofrecerle una alternativa a la gente de nuestra ciudad, reclamamos patriotismo, al menos de los dirigentes que hoy tiene responsabilidades de orden provincial o nacional, reclamamos acuerdos sobre cuestiones básicas que puedan evitar una catástrofe…antes de que sea tarde.

(*) Expresidente de la UCR de Berisso