La historia viviente

Malvinas, la herida que no cierra: picardía argentina para traer "trofeos de guerra" a pesar de la derrota

Soldados argentinos con bandera británica como trofeo de guerra.
Soldados argentinos con bandera británica como trofeo de guerra.
Ex combatiente que se trajo recuerdos de un inglés. (Foto: NOVA)
Ex combatiente que se trajo recuerdos de un inglés. (Foto: NOVA)

Por Agustín Mauad de la Redacción de NOVA

No es el costo económico, es el moral. En los conflictos bélicos, los trofeos de guerra son elementos de fuerte poder simbólico. Para el soldado que le sustrae un objeto al enemigo, no solo representa un recuerdo de batalla, significa un puñal a la identidad del otro, principalmente en el período postguerra. Y no siempre el ejército vencedor es el que se lleva los “premios”: en Malvinas, la picardía de los argentinos hizo que muchas pertenencias de los ingleses crucen el océano y lleguen al continente.

El primer “gran” trofeo es la bandera oficial del Gobernador británico que atesoraba en las Islas previo al 2 de abril. 800 militares argentinos partieron de la base naval de Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca, en el buque Cabo San Antonio. Después de un interminable viaje de 6 días con mar picado, desembarcaron. Se dividieron en dos grupos: uno fue a tomar la casa del gobernador; el otro, el destacamento de los Royal Marines, que fue de fácil captura porque todos se habían ido a cuidar la casa.

El gobernador británico Rex Masterman Hunt se refugió en la casa de Gobierno. Fueron 3 horas de tiroteo. En ese enfrentamiento cayó el capitán y buzo táctico Pedro Giacchino, que al salir de la casa fue impactado por una bala inglesa. “Tomamos la casa. Los ingleses se rindieron y cesó el fuego. Y ahí viene toda la historia de la bandera", adelantó a esta agencia de noticias, Pablo Mana, soldado argentino.

“Anduve por todos lados, entré a la casa del gobernador a curiosear y vi un cofre. Estaba cerrado con llave pero tenía una parte de vidrio, donde se veía la bandera. Rompí el vidrio y la saqué”, detalló.

“Me la llevo de recuerdo”, pensó. Trató de no levantar sospechas, pero una imagen capturada por un fotógrafo recorrió las revistas del mundo. Él recién se dio cuenta cuando llegó a su pueblo: quienes participaron de la posesión del archipiélago, tres días después  regresaron al continente.

En plena madrugada del 5 de abril, se bajó del ómnibus que lo traía de Bahía Blanca y empezó a caminar desde la terminal de su Vicuña Mackenna natal, en Córdoba, hasta el hogar. Apenas divisaba una luz en medio de la oscuridad: la del kiosco de Miguel Rava. Se acercó y vio una foto de la revista Gente, desplegada. No sabía bien por qué, pero la imagen le resultaba familiar. Había un soldado. Y una leyenda: "Nuestro Pablito Mana en Malvinas". Un frío le recorrió el cuerpo. Llegó a la casa, despertó a la madre, que se largó a llorar porque no lo esperaba y tampoco sabía de él.

El intento de los ingleses por recuperar la bandera

Ese lienzo de 3 x 1.50 metros color azul, blanco y rojo no era simplemente un pedazo de tela. Significaba mucho más. La bandera era izada cuando llegaban de visita miembros de la familia real a las islas, era el estandarte de la corona en las “Faklands”. Actualmente, se encuentra desplegada y enmarcada en la Sala de Malvinas de la Escuela de Aviación de Córdoba.

Pero la historia de ese “trapo”, como se lo denomina en el ambiente futbolero, no termina ahí. Muchos años después de finalizada la guerra, los ingleses lo quisieron recuperar. El suboficial guía cordobés cuenta que en la década del 90 llegó un coleccionista australiano ofreciendo mucho dinero por la bandera: “La primera vez ofreció 5 mil dólares, la segunda 50 mil dólares y en ambos casos se dijo que no, pero su interés llamó la atención. La tercera vez propuso dos millones de libras esterlinas. Ahí se sobreentendió que venía de Inglaterra. Se lo llamó y se le dijo que no queríamos su dinero”.

El supuesto turista se dio cuenta de que su maniobra había quedado al descubierto. Desde esta institución militar le advirtieron: “Mire señor, usted quiere la bandera, no hay ningún problema. Nosotros la bajamos, la doblamos y se la damos, pero dígales a los ingleses que solamente queremos nuestras tierras”.

El “coleccionista” pegó media vuelta y antes de salir les dijo a  los presentes en un español que apenas se entendía: “Señores, ustedes están enojados con los ingleses. Esta bandera está desplegada al revés, ese dobladillo va del otro lado, hagan de cuenta que se pusieron una remera dada vuelta”.

El error había sido involuntario y los responsables de la sala preguntaron a las autoridades de aquel momento qué hacer. La respuesta fue clara: “Dijeron que la dejáramos así, porque si no les gusta que tengamos la bandera británica, y encima al revés, es posible que nos devuelvan nuestras tierras”. Y el hombre no volvió.

Otra bandera capturada, esta vez por un periodista

El estandarte mencionado anteriormente estaba guardado en un cofre, en el corazón mismo de la oficina del máximo representante británico en las Islas. Sin embargo, en el mástil de la casa del Gobernador, flameaba otra bandera, de similares dimensiones y colores pero con el símbolo de la oveja en el centro, que es el escudo de las “Faklands”.

Las tropas de la Operación Rosario también arriaron esa bandera para izar la celeste y blanca. Ese día, Puerto Stanley pasó a llamarse Puerto Argentino hasta que las tropas inglesas recuperaron el territorio el 14 de junio de ese mismo año. Ese día, los generales Jeremy Moore, comandante de las fuerzas británicas, y Mario Benjamín Menéndez, Gobernador militar, acordaron el alto el fuego y la rendición de las tropas argentinas. Sin embargo, ni las Task Force inglesas, ni el Foreign Office pudieron recuperar el emblema patrio de las Islas.

La bandera que había sido capturada 73 días antes no la tenían los ingleses pero tampoco el Gobierno argentino. Entonces: ¿Dónde está la bandera? “La bandera la tengo yo, pero ahora la saqué de mi casa y está en un lugar seguro y que no despierta sospechas”, aseguró Carlos García Malod, uno de los pocos periodistas que pudo cubrir en el lugar el conflicto armado. “Así que el SAS, el MI5 y el MI6 abstenerse”, acotó, mientras mostraba fotos de la mítica bandera sacadas en el patio de su casa, argumentando sus palabras con imágenes.

Sobre cómo se la apropió, aseguró: “Nosotros teníamos equipos de radio trasmisión, y permitíamos que algunos conocidos vengan a hablar al continente con sus familias. Uno de ellos que se comunicaba con su novia era un ayudante del gobernador Menéndez, un Teniente de nombre Guillermo Amuchástegui. Hasta que yo le dije ‘esto no es gratis’”.

El militar argentino preguntó que quería, para que lo dejaran seguir hablando; el periodista le pidió bandera oficial de la gobernación de The Falkland Islands, en donde murió el Capitán de Corbeta Pedro Giacchino. “Primero me dijo que no. Yo le dije que si no me la traía, no hablaba más. Y me contestó que él no se la podía robar, pero me dijo en donde estaba”, aseguró.

El 7 de junio se celebra el Día del Periodista y Menéndez decidió invitar a la Gobernación a los comunicadores que estaban cubriendo el conflicto. Exactamente, una semana antes de la rendición. “Pedí permiso para ir al baño, y con el planito que me dibujó Amuchastegui, llegué a una alacena en la cocina, en donde tenían escondida la bandera inglesa. La camuflé entre mi ropa, y también me robé un salamín”, confesó.

En el primer envío a Buenos Aires, pudieron sacarla. “Vino evacuada. Hubo alguien, no puedo hacer público su nombre, que fue un capitán de Ejército herido en batalla, que me la trajo escondida entre sus pertenencias, y cuando llegó a Buenos Aires, llamó a mi mujer de entonces, y se la entregó, junto con unos rollos de fotografías”, admitió.

Sobre si alguien se la quiso comprar, el periodista comentó: “Algunos se enteraron que tenía esta bandera. César Cao Saravia, un empresario nacionalista salteño me ofreció dinero. También un sindicalista, Armando Cavallieri, me ofreció por ella 25 mil dólares. Pero no la quise vender. Si en algún momento la Argentina vuelve a tener un gobierno serio, la donaré a algún museo para que sea expuesta y bien custodiada”.

Un colega del medio Noticias de Cuyo fue el que pudo reconstruir el recorrido de la bandera y llegar al porteño barrio de Boedo para dialogar con el corresponsal de guerra. En 2018, Malod falleció y, una vez más, nadie sabe dónde está esa  histórica bandera.

Esconderse debajo del cuerpo de un inglés caído

Cuando sucedieron los episodios de las banderas, las Malvinas estaban en posesión Argentina. Sin embargo, fueron varios los soldados que lograron traerse “recuerdos” de los ingleses una vez finalizado el conflicto. La picardía les permitió evadir los fuertes controles, antes de ingresar al transatlántico Canberra, embarcación que transportó a más de 4 mil argentinos que volvían al continente.

Vicente Bruno, soldado que participó de la cruenta batalla de Monte Longdon, el combate más encarnizado de la campaña de las Malvinas, logró traerse algunos elementos que hoy guarda en una vitrina que tiene en su casa del barrio Villa San Carlos, en la ciudad bonaerense de Berisso. En aquella oscuridad poblada de bengalas, trazadoras de municiones y relámpagos de bayonetas y cuchillos, los combatientes ofrecieron la más enconada resistencia y el supremo sacrificio en la lucha por la soberanía nacional.

Cuando los ingleses llegan a ocupar sus posiciones, Bruno se acopla al Regimiento 7 de Arana, que preparaba una embestida. “El teniente armó cuatro grupos y a nosotros nos ubicó en uno, quería recuperar el lugar”, manifestó en diálogo con NOVA.  “Mi ametralladora ya no funcionaba, por eso tomé el fusil de un compañero caído”, agregó.

Los ingleses no esperaban semejante resistencia. Tuvieron que replegarse. En esa avanzada, Vicente quedó en medio de las fuerzas inglesas. En la oscuridad, los escuchaba hablar en su idioma. Por temor a ser alcanzado en el fuego cruzado, se escondió momentáneamente debajo de un cuerpo que yacía cerca suyo: era un joven inglés. Allí permaneció durante unos cuantos minutos, hasta que encontró el momento de retirarse. Antes de ello, le sacó algunas de sus pertenencias, como un salero, un abrelatas y chocolates, entre otras cosas.

Los sables y banderas argentinas que fueron enterrados para que no lleguen a manos inglesas

El Regimiento 25 tuvo una destacada actuación en la guerra. No solo fue la única unidad de Ejército que participó del desembarco, sino que luchó contra los ingleses en San Carlos cuando éstos establecieron la cabeza de playa y además efectuaron el contraataque a Darwin.

Cuando la rendición estaba a la vuelta de la esquina, este grupo no estaba dispuesto a entregar los elementos que forman parte de su identidad y sentido de pertenencia: se realizó una ceremonia para esconder en terreno malvinense los sables y la bandera del Regimiento, de modo que no queden en posesión enemiga.

Todos confirmaron que la turba malvinense atesora, en un lugar cuya localización se guarda bajo siete llaves, la bandera y los sables del Regimiento de Infantería 25. Los sobrevivientes de aquel grupo, aseguran que el teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, ordenó a un capitán de logística juntar los sables de los oficiales de su unidad. Luego de realizar una formación en la que se arrió la bandera del Regimiento, a un oficial le cupo la tarea de recortarle el sol.

"Era una bandera histórica, la que Juan Domingo Perón, como presidente, había obsequiado a la unidad en 1947 cuando el 25 era la Agrupación Motorizada Patagonia", detallaron. También se le separó el escudo nacional y la moharra, que es la punta metálica que coronaba el asta.

Cuando tuvieron todos los sables, fueron cubiertos con el paño de esa bandera sin sol. Luego los envolvieron en un plástico al que ajustaron con cinta de embalar. Seguidamente, con una manta se arrolló ese paquete y repitieron el procedimiento de la cinta. Una vez realizada esta tarea, lo ajustaron dentro del recipiente usado para transportar munición de 105 milímetros. El recipiente se selló con cinta y posteriormente se envolvió en plástico, que volvió a ser asegurado de la misma manera. Todo fue introducido en un cajón de munición y vuelto a cubrir con plástico asegurado con más cinta.

Escogieron un lugar de las islas que los testigos a lo largo de los años lo visitaron y que aseguran que está tal cual lo dejaron en junio de 1982. Su localización exacta aún se mantiene en el máximo secreto.

Allí Seineldín, junto a algunos de sus oficiales, enterraron ese paquete en una suerte de ceremonia muy reservada. Alrededor del pozo que habían cavado, les hizo juramentar que sus hijos o bien sus nietos serían los encargados de regresar a las islas a desenterrarlos para volver a recuperarlas. "Tienen la obligación de hacerlo…", insistó. Y taparon el pozo.

No todos los sables fueron enterrados en esa misteriosa ceremonia. Hubo otros casos en que esas armas fueron voladas junto con las posiciones que ocupaban las fuerzas argentinas. Asimismo, se inutilizó todo el armamento posible, haciendo detonar granadas en las bocas de los cañones y tirando partes de armas al mar.

Otro oficial relató a Infobae que "no íbamos a permitir que los sables los entreguen o los tiren; yo enterré el mío junto con mi pistola y otros efectos personales, soñando que algún día nos podía ser útil porque las íbamos a volver a buscar".

Bandera británica con el símbolo de Malvinas que se trajo un corresponsal de guerra, exhibida en el barrio porteño de Boedo.
Bandera británica con el símbolo de Malvinas que se trajo un corresponsal de guerra, exhibida en el barrio porteño de Boedo.
La foto que recorrió el mundo: Pablo Mana con la bandera británica el día del desembarco argentino en Malvinas. La sustrajo de un cofre en la Gobernación.
La foto que recorrió el mundo: Pablo Mana con la bandera británica el día del desembarco argentino en Malvinas. La sustrajo de un cofre en la Gobernación.
Soldados argentinos con bandera británica como trofeo de guerra.
Soldados argentinos con bandera británica como trofeo de guerra.

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