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El adiós a Alberto Banegas: un dirigente que cambió el fútbol de la Villa y trabajó por la gloria de Qatar

Muchos laureles y tan bajo perfil.
Muchos laureles y tan bajo perfil.

Por Gabriel ‘Colo’ López (*)

Una de las mejores charlas que nunca publiqué fue con un señor de nombre Alberto Banegas. Uno de esos tipos que muestran elegancia y seriedad pero que dejan acercarse y te abrazan con la energía reconfortante de los espíritus futboleros. No quiero que se tome una nota como una despedida, que fue la que a todos nos sorprendió el pasado miércoles. Nadie muere definitivamente mientras su recuerdo permanezca en la memoria de alguien. Por eso no se fue “El Gallego”, tal vez quiso decir hasta luego, después de dar con su vida feliz 70 vueltas al sol. Berisso se está enterando y hasta el fútbol de ascenso, con esos rivales gordos que siempre fueron camaradas y amigos de la AFA, dieron sus condolencias y han enviado una corona floral en el velorio realizado en City Bell. Pero “El Gallego”, en su porte y actitud que siempre ve más allá, diría: “¡Ya está, muchachos…! A mirar para adelante, vamos que sigue, eh”.

Así lo escuchábamos en algún que otro partido y después el torneo veía a La Villa como sorpresas, con la enjundia de sus jugadores que jugaban realmente por la camiseta, amén del “billete” que podían tener a cambio. Esos muchachos que hoy le dedican palabras que lo prestigian como dirigente en sus diversos roles, vicepresidente, tesorero y representante de la institución en la Asociación del Fútbol Argentino, en la mesa de alguna de las cuatro divisionales donde anduvo Villa San Carlos durante las dos décadas en que rea,lizó sus labores, desde 1998 a 2018.

Participó en la vida social de los clubes por los que más gozó y donde trabajó para lograr unos cuantos ascensos, ya sea en el mítico Estudiantes como en el sufrido Villa San Carlos. Pero él salió a la vida en las calles de La Plata, de 57 entre 19 y 20, donde se casó y vivió feliz con su muchacha Ana María. Muy joven entró como empleado del Banco Provincia y también se dedicó a la administración de edificios, temas de consorcio, pateando entre relaciones, donde cosechaba más buenos que ingratos.

Pero este “Galleguito” sabía meterse en lindos problemas y salir airoso. Quedará en la memoria no de unos pocos que trabajó intensamente por Estudiantes de La Plata, como socio que se sumó apenas se fue al descenso y buscaron apoyo. Su primer amor sacó a relucir la estirpe ganadora y volvió a Primera, quedando en su retina la noche que festejó con el plantel campeón del Nacional B en una casa quinta que tuvo en City Bell.

Más tarde pasó a ver cómo estaba Villa San Carlos, que curiosamente bajó a la D el mismo año que el Pincha subió a la A. Se llegó a publicar en un periódico que la dirigencia del Celeste, con cierto desgaste, preferiría volver a la Liga Amateur. Entonces, llegó una apuesta gerenciadora. Una tarde en un entrenamiento el técnico Gustavo Vilardell empezó a ver un cambio de aire, ya que le informaban que el manejo del fútbol iba a tener a dos hombres con buenas referencias. Eran Alberto Banegas y Antonio Semplici, precisamente los dos socios que hicieron punta en la ayuda a aquel Estudiantes caído en desagracia. “Gallego”, clase 53, y “Nito”, del 52, se conocían desde el colegio Secundario, aunque no eran demasiados conocidos en el fútbol. Semplici dice “ascendí con Ringuelet en la Liga, pero nada más, pero Alberto era malo, si jugaba te pegaba, aunque todo lo bueno lo tenía como persona”.

Empezó a mirar, a mostrarse y a resolver. En una categoría amateur de entrada no se necesitaba mucho. Fue un brote de gerenciamiento que jamás se debe confundir con privatización. El presidente que lo vio desplegar su plan era Néstor Fernández, otro hacedor del Club de su barrio que dedicó treinta años por la Villa.

Y empezó por abajo, con la excelencia del sembrado de césped en una cancha despareja y con matas. Alberto empezó a descubrir al hincha que era del barrio y a extrañarse cada vez que los veía llegar con la batucada a las canchas inhóspitas de la Capital. Los directores técnicos fueron de entrada con la impronta disciplinada que copió del modelo Pincha: Carlos Pérez (ex ayudante de Sabella y muy amigos) y la dupla de Julián Camino y Ruben Agüero (ex defensores campeones con Bilardo). La Villa hacía amistosos con el Independiente de Trossero, con el Los Andes de Russo y en el armado de sus planteles apuntaba a los jugadores que no le hacían contrato en Estudiantes y Gimnasia.

Y para poder jugar bien en la “D” sorprendió con la excelencia de la cancha sembrada con césped y cuidada religiosamente por el especialista Ferrín. Su cabeza pensaba que “si vienen juveniles con la base de inferiores, una vez que se acostumbren a las canchas, acá sacamos ventaja…”

En el 2000 llegó el primer título (82,22 % de promedio en los puntos) pero no hubo ascenso y la revancha llegó en 2001 con otra estrella (93.75 %) y esta vez sí el gran salto, que llegó en la cancha de Estudiantes y con un técnico debutante, Carlos Gorostieta, que había llegado el primer día con Pérez.

Mauro Raverta fue uno de los capitanes que ayer tomó el teléfono y respondió con la misma emoción que defendía los colores. “Muchos no sabían lo que hacía El Gallego, estuvo desde el primer momento y era esa clase de tipos que hacía todo sin pedir nada a cambio. Era la cara visible en AFA, ponía su auto, su plata para el combustible y se pasaba horas, para lograr la habilitación de un jugador, un fichaje, y siempre en silencio, por el club”. Muchos jugadores como el “Pollo” Raverta —que jugó hasta reserva en Estudiantes— empezaron a pasar directamente por La Villa sin buscar otras alternativas en categorías superiores o en otras ciudades. La Villa comenzaba a tener vuelo propio. Le faltaba embocar un título y optimismo sobraba en su representante, que iba hasta dos veces por semana a la AFA.

“Se involucró y ayudó mucho a San Carlos, siempre a disposición de todos. Una gran persona con la que compartí mucho”, consideró el símbolo celeste Leandro Martini.

Aún en la lucha por sostenerse en el cuarto nivel del fútbol argentino, sin prisas pero sin pausas, valoraba cada punto y en un regreso triunfal desde Ituzaingó, su cara era la de un enamorado, que lanzó esta humorada en off a este periodista: “¿¡Cuánto cotiza mañana tener el diario Olé y leer este triunfazo de La Villa que va hacia la punta!?”. Ese Renault 19 color bordó que llevaba a jugadores y donde hacía zapping de transmisiones deportivas de La Red, Rivadavia o, La Redonda, radio ésta donde hizo una de sus amistades con Martín Ortíz. El comentarista que adoptó al equipo de Berisso por traerle reminiscencias de su Bragado natal. “Un club cálido se encontró con una buena persona como Alberto. Por eso se unieron para siempre. Fue vicepresidente, representante en AFA y malabarista. Sobre todo malabarista. Ponía plata de su bolsillo para tapar los agujeros. Y ponía ese humor callejero, cómplice, integrador”.

En 2003 “Quique” Slezack ganó la intendencia municipal y ayudó a la institución en busca de nuevos sponsors, pidiéndole como hincha y socio al dueño de Costa Manzana y Asia —dos discotecas— la propaganda de la camiseta. Resultó ser que el dueño, Alejandro Colombo, un oriundo de Berisso, clase 67, que seguía al “Lobo” con los amigos de la Filial Fidel, empezó a frecuentar la cancha del Villero y sufrir junto al “Gallego”, detrás del alambrado; bastaron cuatro años para que “Alejo” tomara la presidencia y empezar el mayor despegue de la historia, pero primero con ese suplicio de evitar caer a la “D” por una Promoción que ganaron en el Estadio Unico.

Cuando encontraron al técnico ideal para la Villa, Facundo Besada, en 2008-09 la combinación derivó en un campañón y el egreso de la “C” como campeones (66,66%), con 15 mil almas en el estadio del Bosque y logrando la meta en un añejo clásico.

Entre los pibes que lograron la proeza emergerá un dirigente actual, Santiago París, que tomó nota de lo que hacía silenciosamente Banegas: “Fue un tipo que como unos cuantos que logró trascender en el club sin tocar una pelota, pero tirándose a barrer en los pasillos de la AFA para defender a la Villa. Siempre atento, sabiendo lo que somos, y generoso con los que veníamos de abajo. Siempre rondará su recuerdo en la memoria de los villeros”.

A doce años de su llegada al Club, cuando había una platea para 1400 personas, pasaban a otro Estadio, el renovando “Genasio Salice” que en noviembre 2010 recibía a Defensores de Belgrano. Y otra camada ya preparaba la mejor proeza en un torneo de 42 fechas y el primer puesto que fue la llave al Nacional B. Atrás quedaban Chacarita, Atlanta, Estudiantes de Caseros, y clubes que hoy están en la Liga Profesional: Sarmiento, Platense y Barracas Central. El milagro llegó el día patrio, 25 de mayo de 2013, la primera vez en la historia que daban la vuelta en casa y con la batuta de Ricardo Rezza (esta vez, DT del riñón de Gimnasia).

Había más hazañas por afrontar y Alberto las gozó con respeto y disfrute, mientras “sus pibes” enfrentaban a Banfield, Defensa y Justicia, Atlético Tucumán y el mismísimo Rey de Copas, Independiente (el pasado 19 de marzo se cumplieron diez años del empate 0-0 en Avellaneda).

En la AFA lo querían todos, incluso aquellos dirigentes a los que le había postergado un ascenso, por caso, Claudio Tapia, “El Chiqui” de Barracas Central, que presidía la mesa de la Divisional y tuvo buen diálogo con Banegas. Eran tiempos de Julio Grondona, quien también compartió un viaje al Mundial de Brasil 2014 con el vicepresidente del sorprendente club que militaba en el Nacional.

“No logró cosas con labia sino con el consenso”, afirma Colombo, quien disfrutó de una amistad familiar más allá de la pelota. “La opinión de él era muy tenida en cuenta, en San Carlos tenía un feeling con los jugadores y en su trabajo en la parte administrativa ha dejado a otros la enseñanza, por ejemplo, de cómo se hace un contrato profesional”.

En el edificio de Viamonte tuvo sus “clásicos” con Sebastián Martinetti, dirigente de Cambaceres entre 2008 y 2017, que no encontraba palabras para “describir la gran persona que fue y la amistad que entablamos a pesar de los colores”. El buen humor siguió en la tribuna durante una Copa del Mundo.

Julián Camino (el mismo que Alberto acercó a San Carlos) reconoce que lo conocía desde que “fui jugador de Estudiantes” y lo catalogó de “una persona fenomenal y un dirigente servicial sea cual sea el directivo que se le acercaba por algún tema”. Cuando le preguntamos a Julián si en el Mundial se encontraron en alguna previa, no lo negó pero aclaró… “¡siempre que Sabella nos dejara un ratito libre!”.

Víctor Tiburzi, un berissense nacido en el 56, ex San Carlos y Aldosivi, compartió esas mesas que se extienden y atesora la sonrisa del “Gallego” en una foto junto a Carlos Tempesta, Norberto Paris, Hugo Pauletich, Pedro Kondrasky y Raúl Ferrazuolo. “Futbolisticamente a la Villa siempre la perjudicaban, hasta que Banegas lo representó, llegando a la mesa grande”.

No tenía hijos, pero disfrutaba del cariño con su única hermana Rosa.

El “Gallego” era predisposición, voz de aliento, buen trato, y por algo, apenas cerró su ciclo en la Villa, los dirigentes afistas lo invitaron a colaborar. Si le faltaba un final a pura emoción, don Alberto acompañó a la Selección Argentina en las épicas victorias de las últimas copas, incluida la de Qatar. Pero la reciente operación del corazón y el clima caluroso no dejaron que estuviera en el coronación. Jubilado, viviendo austeramente con el alquiler de un departamento, frecuentó a los amigos de Villa San Carlos hasta la hora de su adiós. “Murió el 3 de abril, día del Aniversario de la autonomía de Berisso”, acertó Colombo, el presidente de las hazañas más grandes. “Como decía Cortazar, hay que vivir la vida sin moverse de la vida”, resoplaba Tiburzi, antes de pegar la vuelta a Mar del Plata, a aquel boliche Pan y Manteca donde Banegas brindó con champán, con la sencilla filosofía de los que aman el fútbol, se enamoran, preguntan cómo se puede mejorar y logran el ascenso, unos cuantos, che. Y ahora que uno lo piensa, el “Gallego” salió campeón de la D, de la C, de la B Metro, todas las veces con el heroico San Carlos de sus sueños, y bebió del trofeo del Nacional B, aquella vez como socio del silencio de su Estudiantes. Mucha gloria y tan bajo perfil. Ahí lo veo, contento con la nota mientras su alma va ascendiendo al cielo. Gran alma, nos vemos. Por acá vamos a hacer de cuenta que todavía estamos yendo a alguna cancha.

 

(*) Periodista | publicado en ViveLaPlata.

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