Fuente: El Día
Recién llegada de Tanzania, Africa, la montañista Carolina Klapko asegura que hacer cumbre en Kilimanjaro la acercó a su sueño de estar en las montañas más altas del mundo.
Carolina - 39 - nació en Berisso, trabaja en el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), es soltera y estudia para ser guía de montaña en el Centro Andino de Buenos Aires. Es amante de los deportes de aventura, participó en innumerables maratones y carreras de ciclismo tanto en el país como en el exterior.
Su primera travesía en altura fue en 2007 cuando escaló el volcán Lanín, en Neuquén. Y seducida por la montaña fue por más, se trepó a Vallecitos - Mendoza- y en 2011, llegó a la cumbre del Aconcagua.
“Fui reconocida por la Municipalidad de Berisso por ser la única de esa ciudad que lo escaló”, cuenta con satisfacción.
Para llegar a la cumbre tardó unos 20 días y cuando al fin puso un pie en lo más alto, cumplió con el ritual de dejar algo: una camiseta de Estudiantes, aunque es de Boca. También sacó fotos con la bandera de Berisso y dedicó un buen rato a embelesarse con el entorno.
Después se embarcó en el proyecto de viajar a Asia, más concretamente a Tíbet para escalar el Himalaya. Consiguió sponsors que le pagaron el viaje, pero igual la expedición le costó unos 12 mil dólares. “En un mes y medio pude llegar al campo 1, a unos 7 mil metros”, cuenta la montañista.
La travesía requirió ropa especial como un enterito relleno con plumas; botas triples, con capas que se integran y favorecen un traslado seguro y el calor necesario.
La temperatura era de 20°C bajo cero, inmensidad y montaña es todo lo que se veía; en el tiempo de descanso escuchamos música, leíamos, tomábamos mate y pensábamos en qué comer”, apunta Carolina.
Entre los imprevistos a Carolina le surgió un dolor de muelas que la obligó a su extracción. “Tuvimos ascensos de 12 horas y atravesamos grietas que me pusieron muy mal, creo que por eso los nervios me afectaron la muela”, cuenta la deportista.
UN NUEVO SUEÑO
Sin embargo, nada le resultó tan traumático como para no sentir el deseo de regresar a la montaña. De esa manera surgió su último logro: escalar los 5.895 metros del Kilimanjaro en África.
El ascenso le costó 1.400 dólares, eso incluyó un porteador - hombre que carga las carpas y la comida -, un cocinero y un guía.
“Caminamos unas 7 horas por día y el último antes de llegar a la cima, 12 horas. Salimos a la medianoche y a las 6,23 hicimos cumbre y vimos el amanecer, deslumbrados por los inmensos bloques de hielo y por el cráter del volcán”, resume Carolina quien describe la medida de esa cumbre como similar a la de una cancha de fútbol.
El entrenamiento y los periódicos chequeos médicos son parte de una rutina que le exige estar siempre preparada para cumplir una nueva meta.
A nivel local en julio participará de una carrera de bicicletas en Mendoza; en octubre viajará con el mismo objetivo a Salta y, en el plano internacional, comienza a bosquejar su escalada al monte ruso Elbrús, el más alto de Europa. “Soy una persona de trabajo que trata de cumplir un sueño”, concluye la montañista.
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