Con la muerte de fiscal Nisman, el Estado aparece de un modo tan crudo en su degradación que no deja duda: da miedo.
No hay respuestas filosóficas al miedo de lo que vendrá, a la incertidumbre, al mañana; y este hecho terrible como es la muerte de un fiscal de la Nación nos pone a nosotros el pueblo contra la pared y a la vez nos interroga sobre nosotros mismos y dejamos un gran vacío ante lo imprevisible.
El funcionamiento del aparato estatal ante la destrucción de la cultura estatal que representa servicio público, de garantía de seguridad y respeto por la legalidad, demuele los legados democráticos, conseguidos con sangre, sudor y lágrimas, han quedado bastardeados, usados para fines inescrupulosos del kirchnerismo.
En la Argentina se vulneran las leyes, reina la impunidad ciega, los que nos tienen que proteger están del lado de los malos.
Nuestro Estado huele mal, es ineficiente, corrupto, arbitrario; rifan a la marchanta las responsabilidades, fabrican relatos míticos, el Estado es penetrado y embrutecido por facciones mafiosas.
Nos encontramos frente a una nueva década infame, larga y dolorosa para todos, con muertos y desaparecidos en democracia.
Lo que ha hecho este gobierno agobia a toda la sociedad, la vacía de contenido y también al estado empobreciéndolo en salud, en educación en seguridad y sobre todas las cosas no permite a un poder independiente como el judicial cumplir con su mandato constitucional.
También despilfarró a manos llenas los recursos que “supimos conseguir” y permitió que las mafias propias y ajenas ganaran terreno como nunca antes.
Es nuestro deber ciudadano ir en pos de la verdad, la justicia y la memoria tantas veces vilipendiada en boca de los que se vendieron a el poder; es nuestra la obligación de recuperar la dignidad, enfrentándonos con valor al miedo que nos quieren imponer y velar con todas nuestras fuerzas en resguardo de la vida de los argentinos.
(*) Concejal del Frente Amplio UNEN