A pocos días de las elecciones nacionales del 26 de octubre, el Gobierno parece haber perdido hasta la brújula del relato. Ni los discursos encendidos ni los anuncios de último momento logran revertir una imagen que ya está más oxidada que las promesas de campaña.
Periodistas se bajan del barco
El electorado, golpeado por una economía en caída libre, ya no compra ni el “vamos bien” ni el “aguante el proyecto”. Y lo más sintomático: hasta los periodistas “amigos del poder”, esos que durante años encontraron épica en cada ajuste, ahora se animan a marcar la crisis con gesto compungido. Feinmann, Trebucq y hasta Fantino —sí, el mismo que todo lo explica desde el diván— le soltaron la mano al gobierno, como quien se baja del barco justo antes de chocar contra el iceberg.
Con los ánimos cada vez más caldeados, los recorridos de campaña se parecen más a una carrera de obstáculos que a una gira electoral. Javier Milei intenta mostrarse sereno, aunque su paciencia parece tener menos reservas que el Banco Central.
Aparece en escena el Colo
Al lado de Milie aparece Diego Santilli, quien trata de mantener el equilibrio entre los gritos libertarios y la moderación del marketing, mientras invita a “votar la boleta del narco y pelado José Luis Espert”, como si se tratara de un cóctel explosivo servido en horario electoral. Entre los empujones, los insultos y los drones de seguridad, la campaña se ha convertido en un espectáculo tragicómico.
A la espera del salvavidas de EEUU
La economía, mientras tanto, parece tener un solo mandamiento: “Sostenerás el dólar por sobre todas las cosas”. Todo lo demás —salarios, precios, producción— quedó en segundo plano, como si la vida cotidiana del argentino dependiera de la cotización en una app financiera. Este viernes, el Fondo Monetario volvió a tirar de las orejas al país, exigiendo que se acumulen reservas “para enfrentar los shocks del dólar”.
Una forma elegante de decirle a Luis “Toto” Caputo que no está cumpliendo ni con la tarea del recreo. Pero claro, mientras los técnicos del FMI hacen cuentas desde Washington, acá los precios suben como cohetes y los sueldos se arrastran como tortugas. Para los trabajadores y las PyMEs, sostenerse ya no es una cuestión económica: es un acto de resistencia diaria.
El electorado de Milei se va a otra fórmulas
En medio de la crisis, hasta el electorado más fervoroso de la “libertad” parece haber pedido un poco de aire (y de realidad). En la Ciudad de Buenos Aires, donde Milei solía arrasar entre banderas amarillas y motosierra en mano, los números ya insinúan un retroceso libertario.
Los votantes desencantados —esos que alguna vez corearon “¡Viva la libertad, carajo!”— ahora miran de reojo hacia los espacios de López Murphy y Lousteau, buscando refugio en opciones menos estridentes y un poco más coherentes. El problema es que, en este mercado político saturado de slogans, la coherencia cotiza menos que el peso.
El PJ que no supera la interna
En la provincia, el peronismo intenta mostrarse sólido, pero cada vez que levanta la bandera de la unidad, alguien se la arrebata para pasarle el trapo al de al lado. Aunque las encuestas lo ubican competitivo, las internas vuelven a relucir como un viejo vicio imposible de disimular. La Cámpora, por un lado, el espacio de Axel Kicillof por el otro, y en el medio, una militancia que ya no sabe a quién aplaudir primero.
En los últimos actos de campaña se vieron desaires dignos de telenovela: el intendente de la capital bonaerense, Julio Alak, decidió borrarse del acto en La Plata donde sí estuvo presente el candidato a diputado nacional Jorge Taiana.
Números en rojo y llegar a pasar las fiestas
Desde lo económico, la provincia enfrenta un desafío que no admite maquillaje: cerrar el año con las cuentas en rojo y un presupuesto vencido que ya huele a naftalina. Kicillof intenta pilotear el temporal con lo que tiene —y con lo que Nación le deja—, mientras los intendentes hacen malabares para sostener obras, sueldos y promesas.
El caso de Bahía Blanca es apenas un botón de muestra: el municipio tuvo que poner más de 43 millones de pesos para pagar un puente que debía financiar el gobierno nacional. Así, la gestión provincial se mueve entre la austeridad forzada y el “hacelo vos mismo”.
¿Qué le podemos pedir a un burro, mas que una patada?
Durante la semana, el gobernador Axel Kicillof visitó el Hospital de Berisso en el marco de un acto de campaña junto al candidato Jorge Taiana. Más allá de la foto política, el episodio vuelve a dejar en evidencia el maltrato sistemático del área de Prensa de la Municipalidad de Berisso hacia los medios locales.
Desde hace años, no se comunican las visitas institucionales ni se convoca a la prensa local, que termina enterándose de los hechos cuando ya sucedieron… y por las redes sociales, exactamente igual que el ciudadano común. Una práctica que se repite y que degrada el vínculo con los medios, como si la transparencia y la comunicación fueran opcionales.
Destrato y favoritismo
El destrato es tan evidente que el propio Municipio decidió poner al frente de Prensa a un arquitecto, despreciando el trabajo y la formación de tantos comunicadores profesionales de la ciudad. Una decisión que no solo roza lo absurdo, sino que confirma la lógica del oficialismo: construir relatos con cemento, pero sin cimientos de verdad.
Un gobierno que a través de su secretario político Martín “Tapón” Fernández solo favorece al medio propio, no solo cuando llega una autoridad -como es la visita de la vicegobernadora- y únicamente estuvo la radio de calle 11. También paga sueldos con la plata de los vecinos de Berisso a través de horas cátedra. Quedó en el listado que circuló que hay cuatro personas vinculadas al municipio y ahora se suma una productora.
Campaña austera apagada y mal explicada
Desde el ámbito local, nuestra ciudad transita un extraño “clima electoral” que parece más una siesta cívica que una previa de comicios nacionales. Se viene la elección, pero el intendente no replicó la estructura política ni el despliegue territorial de septiembre. Pocas acciones, escasa comunicación y un silencio que desconcierta más que entusiasma.
¿Las autoridades de mesa estarán a la altura de las circunstancias? ¿Los vecinos realmente comprendieron el nuevo mecanismo de votación? Cuesta creerlo, sobre todo después de escuchar a algunas funcionarias explicar el proceso con más confusión que claridad. La duda final queda flotando: ¿habrá la misma participación o, como en tantos otros ámbitos, el desinterés terminará ganando por goleada?
Los libertarios bajaron el copete
Por su parte, La Libertad Avanza intenta mantener viva la llama de la campaña con algunas actividades sobre la Avenida Montevideo, aunque el entusiasmo ya no es el mismo. El clima cambió: después del papelón del “narco” y el desmoronamiento económico, hasta los seguidores más fieles parecen mirar el escenario con cara de “esto no era lo que prometieron”. Los cánticos se apagan antes del segundo verso y las selfies militantes se volvieron más esporádicas. La épica libertaria, esa que hace unos meses parecía imparable, hoy se parece más a un eco que a un rugido.
Los radicales de siempre
Los radicales, mientras tanto, siguen fieles a su mejor tradición: divididos en mil partes y sin brújula común. Ya no saben ni a quién apoyar, ni de qué lado de la historia quedarse. Las internas los dejaron en una posición tan cómoda como intrascendente: la de espectadores que ven pasar el tren del poder desde el andén, discutiendo entre ellos quién compró el último boleto.
Una conducta cómoda, claro está —ser parte del poder, pero sin ejercerlo—. Una forma elegante de existir políticamente sin ensuciarse, aunque el precio sea la irrelevancia. Porque, seamos sinceros, no cualquiera logra sostener tanto tiempo la nada con tanto estilo.
La realidad del vecino: inseguridad, limpieza y baches
Los vecinos, por su parte, ya no piden milagros ni grandes anuncios: reclaman lo básico. Calles sin pozos, una recolección de residuos que funcione y volver a sentirse seguros en su propia ciudad. Tres demandas tan simples como postergadas. Hoy, en Berisso, ya nadie se anima a caminar dos cuadras por la avenida Montevideo después de las once de la noche.
Los hechos delictivos dejaron de tener horario, barrio o patrón: ocurren donde y cuando quieren. Mientras las autoridades discuten diagnósticos, el miedo se volvió rutina.
En distintos barrios de La Franja, los vecinos ya se acostumbraron a convivir con algo que nunca debería ser costumbre: los enfrentamientos entre delincuentes y la policía. Conocen los nombres, las caras y las motos de quienes cometen los ilícitos, pero lo que no conocen —ni ven— es la presencia del Estado.
La angustia es diaria, y la sensación de abandono, absoluta. Mientras tanto, en la madrugada, un grupo de motoqueros recorrió la ciudad haciendo estallar los caños de escape con contraexplosiones dignas de una película de acción. ¿Nadie los vio? Los vecinos sí. Y también padecieron los ruidos, el miedo y la bronca de sentirse otra vez solos.
La salud ahora en manos del PRO
Como si algo le faltara a la ciudad, ahora la polémica también llegó al ámbito sanitario. La cooperativa de la Clínica Mosconi convocó a una asamblea cuya legalidad todavía genera más dudas que certezas. Y, para sorpresa de muchos, todo indica que los libertarios habrían quedado con el control del histórico centro de salud.
Tras varias visitas —algunas públicas y otras bastante discretas— de Florencia Arietto, parece que la camaleónica dirigente descubrió en la clínica un nuevo interés, o quizá un nuevo espacio para “ordenar” a su manera. Lo cierto es que, entre tanto ruido político, la salud vuelve a quedar en el medio de una disputa que promete más titulares que soluciones.
País generoso
Los concejales y funcionarios ganan desde 3 a 5 millones de pesos. En seis años que el 80 % de ellos ha estado al lado de Fabián, no han mantenido una agrupación o unidad basica, no mantienen en épocas como esta donde el dinero no alcanza para un comedor, una copa de leche, pero sí se compran perfume importado. Parece la casta que tanto declama el Presidente. Vinieron a vivir bien sin ser empáticos con el que más lo necesita, entre ellos están los Marotte, Iovanovich, Curutchet, Lommi, Fernández... prendidos de la teta del Estado.
Eso sí, son los primero que se sacan la selfies en todo acto político y hacen los dedos en V. País generoso…..