Por
Cerdá Bernardo, López Carlos, Mauad
Agustín, Simón Alan y Veiga Micaela, especial para NOVA / reproducción de BerissoCiudad
Un cementerio de barcos de
gran porte flota en el canal que baña las costas de la Isla Santiago en el
amarradero de la Escuela Naval de la Armada. Llegaron con el pretexto de ser
desguazados, pero nunca se accionó: las inmensas estructuras sufrieron los
embistes de las tormentas y quedaron a la deriva, generando preocupación por el
impacto ambiental y el riesgo de colisiones.
Desde la Armada admitieron
que como no había un lugar físico para amarrarlos en Capital Federal, los
trajeron a la zona ribereña de nuestra región; a pesar de que los canales son
bajos y angostos para semejantes estructuras, están dentro de todo escondidos.
Estaban en la sección de Transporte Naval, en frente del Casino Flotante
“Situación que perjudica al turismo, porque no es bueno para la vista de los
turistas”, expresaron.
A todo esto, ACUMAR
(Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo) dirigida por Juan José Mussi,
florece sus discursos sosteniendo que gestiona, previene y controla el control
del impacto ambiental en el Río de la Plata. Pero, ¿Cómo lo hace? ¿Permitiendo
que los objetos abandonados se transporten a otros lugares, continuando con el
perjuicio de la costa rioplatense, en vez de extraerlos?
La navegación se ve
claramente limitada por un incorrecto manejo de los buques. La ley nacional N°
20.094 de Navegación (arts 17, 18, 19, 20, 21, 22 y 39) y la ley 18.398 de Prefectura Naval (arts.
inciso c; 5; 6; 11 y 20) señalan que los
ríos deben ser de libre circulación: “Las aeronaves que se hallen hundidas o
encalladas en aguas jurisdiccionales argentinas constituyen un obstáculo y un
peligro para el resto de las embarcaciones, por lo que deben ser extraídas o
demolidas”.
El Ingeniero naval Carlos
Beil (Mat. H-13) mantuvo que “Si los barcos fueron llevados allí para ser
desguazados, tiene que existir una licitación pública. Este documento no
aparece por ningún lado: ni en internet –donde se encuentran todos- ni
solicitándolo en la Armada y Prefectura”. (NdeR: la licitación no aparece en
www.boletinoficial.gov.ar; ni en www.argentinacompra.gov.ar.)
Dos de las embarcaciones, el
Astra Federico y el Astra Valentina, pertenecen al departamento de Transporte
Naval, ubicado en la zona de Puerto Madero. El
oficial Omar Ferreyra de la Armada, sostuvo que no hay un lugar físico
en Capital Federal para amarrarlos y, principalmente, no son vistosos para el
turismo. “Semejantes estructuras no quedaban bien al lado del Casino Flotante”,
sentenció.
Desde Prefectura Naval, el
suboficial Alfredo Costa admitió que no es un canal profundo y estos barcos
tienen mucho calado; al tocar fondo, es muy difícil maniobrarlos ante cualquier
inconveniente.
Ángel Tallana, un pescador
desde tierra, evidenció: “Con las tormentas cambian de posición, se tumban un
poco, chocan entre ellos”.
A su vez, el biólogo Horacio
Beláustegui, presidente de la Fundación Biósfera, sostuvo a NOVA que cada
sudestada es una amenaza. “Estos desechos se mueven y es un riesgo lo que
puedan llegar a verter. Los buques
dentro de sus sentinas tienen combustible y residuos del motor; si eso
se filtra o se derrama produce un impacto ambiental considerable”, remarcó el
licenciado.
El biólogo analizó que el
sistema eléctrico y de baterías de estos buques son grandes y antiguos, por
ende muy tóxicos. “Si se siguen escorando,
la contaminación estará a la vista”, evidenció.
Por otra parte, desde la
Armada reconocieron el problema ecológico que se podría llegar a ocasionar,
pero sostienen que no tienen herramientas para solucionar este error en el
manejo de los barcos. El oficial Ferreyra explicó que “como no está dragado el
canal, se necesita una crecida que supere los ocho metros y disponer, en ese
momento preciso, de remolcadores de la Armada y del Puerto es un trabajo muy
difícil y el riesgo físico que implica para la gente es mucho; es casi
imposible”.
El
barco que obstruyó el canal
Producto de la tormenta que
azotó la zona en enero de 2011, el buque de transporte Astra Federico, cortó la amarra y quedó a la deriva,
obstaculizando el canal de punta a punta. Con las últimas sudestadas, los barcos
de casi 200 metros de eslora, siguieron moviéndose y limitando la navegación.
Osvaldo Maciel, prefecto en
el puesto de ingreso y egreso del río Santiago, reconoció a la situación como
un problema grave, ya que ante cualquier emergencia del otro lado del canal, era
casi imposible llegar por agua cuando el buque estaba atravesado.
En este mismo sentido, César
Basso, capitán de una embarcación deportiva, detalló que “el riesgo de colisión es inminente ya que
los barcos varados no tienen ningún tipo de señalización. Esta es una zona de
mucha navegación deportiva, hay clubes náuticos con veleros, lanchas de pesca y
otro tipo de embarcaciones, y los días de lluvia o niebla la visibilidad es
escasa”.
Sergio Rossi, pescador
embarcado, expresó: “los barcos se mueven constantemente: hay veces que están
cruzados del todo; en otras no tanto pero parece que se van a tumbar de lo
escorado que se ponen”.
Luis González, un vecino
platense que visitaba asiduamente la isla,
indicó que “es un lugar donde se puede pescar y pasar la tarde, pero los
edificios flotantes dan miedo”. Y concluyó: “Últimamente estamos cambiando de
destino”. Se viola la ley provincial 12.756 de Paisaje Protegido, que sustenta
que por ecoturístico se entiende al desarrollo del turismo asociado a la preservación
integral de las condiciones naturales de la Isla Santiago.
Desbordes
del río
El cementerio de barcos
obstruye las mareas normales de bajada y subida del Río de la Plata. “Esta
situación influye en el regular desarrollo de los ecosistemas costeros, pero
también ocasiona el desborde del río debido a la obstaculización de canales de
desagüe”, acusó Beláustegui.
Pablo Tipaina, vecino del
lugar, dijo: “Los que vivimos en la Isla sabemos que cuando el río crece nos
tenemos que quedar en los altos de las casas, pero las últimas sudestadas
fueron muy grandes y muchos vecinos necesitaron ayuda”.
“Por suerte la Isla también
tiene acceso por el otro canal que sale al río abierto: en la última sudestada
se metieron en botes por allí para rescatar a las personas más complicadas”,
concluyó el vecino.
Las
historias de los barcos
La Armada Argentina
(ARA) tiene dos inmensos buques,
transferidos por el Estado, próximos a ser desguazados. Son las naves de mayor porte que hayan estado
al servicio de Transportes Navales;
tienen 180 metros de eslora y casi 32.000 toneladas de desplazamiento.
Uno de ellos es el Astra
Federico fue botado el 17 de diciembre de 1977 y lo construyó el Fondo de la
Marina Mercante, con el primer nombre de Ciudad de San Fernando. En 1981 fue
transferido a Astramar, una compañía nacional de navegación, donde lo
rebautizaron con el nombre definitivo. En 1992, la Secretaría de Transportes
del Ministerio de Obras y Servicios Públicos le cedió el uso gratuito al
Servicio de Transportes Navales. En esta etapa permaneció inactivo en el muelle
de Dársena Sud hasta el 2006, cuando fue movido a la antigua dársena de
acorazados en Río Santiago, para el desguace que nunca se efectuó. Actualmente
está cruzado de lado a lado en el canal, a la deriva.
El Astra Valentina fue
botado también durante el gobierno militar, en 1978. Lo Construyó el Fondo de
la Marina Mercante y corrió la misma suerte que el anterior: en 1982 también
fue transferido a Astramar; en 1992 al Comando de Transportes Navales donde
estuvo inactivo hasta que en el 2006 fue trasladado a Ensenada, donde se
encuentra ocasionando serios problemas en el amarradero de la Escuela Naval.
Hay varios debates acerca
del tema; en foros de internet, como en el de www.zonamilitar.com.ar,
especialistas sostienen que estos navíos pueden ser recuperados. Un claro
ejemplo fue lo realizado por la Armada norteamericana que con un buque tanquero
inactivo construyó el barco hospital Comfort, el más grande del mundo. Otra
opción es la transformación en embarcaciones de logística, que pueden servir de
apoyo a las misiones navales ONU. Lo cierto es que en el lugar que están actualmente
ocasionan un impacto negativo en el ambiente y la navegación, y las soluciones
deben ser inmediatas.
La otra embarcación que
flota en el canal es el A.R.A. Rio Gallegos, una nave de la Armada que
transportaba combustible y cada día está más escorada.
Cabe destacar que los tres
buques presentan un estado corroído a causa de su inactivad y su exposición al
clima. Asimismo, ninguno de ellos cuenta con la adecuada señalización ni
sistema de balizamiento tal como lo indican el artículo 39 de la Ley N° 20.094 “Ley de Navegación” y las
Ordenanzas Marítimas 4/81, 5/01 y 15/74.
¿Por
qué están allí? ¿Y el desguace?
El cementerio de barcos ya
es parte del paisaje de la Isla Santiago.
Los buques continúan allí, sin cambios desde el 2006. El Suboficial de
la Armada Argentina, Omar Ferreyra, reconoció que por la presencia de los
barcos, en algunos momentos “sólo pueden pasar embarcaciones de menor porte, es
decir, botecitos pequeños, porque los grandes si pasan por popa con un pequeño
viento pueden moverse y chocar”.
Con respecto al estado de
los buques, remarcó que “están en licitación, pero no puedo informar más que
eso. No sabemos qué pasó ni quién lo contrató; el armador que lo adquirió
todavía no los vino a buscar”. Y explicó las causas de su llegada: “Como no
había un lugar físico para amarrarlos en Capital Federal, los trajeron acá.
Encima estaban en la sección de Transporte Naval, en frente del Casino
Flotante, situación que perjudica al turismo, porque no es bueno para la vista
de los turistas.”
Sin posibilidades para
desguace, ya que no se pueden desguazar allí y para moverlos hay que esperar
una crecida grande del río, todavía no saben qué hacer con ellos: “El problema
es que como no hay una draga suficiente para que se pueda navegar; hay que esperar
que haya una creciente que supere los ocho metros. Poder sacar los barcos con
remolcadores implica un esfuerzo de contar con el momento justo para usar
remolcadores de la Armada y del Puerto, es un trabajo muy difícil y el riesgo
físico que implica para la gente”.
En este mismo sentido, el
ingeniero naval Carlos Beil detalló que “es una tarea compleja y debe
realizarse en un muelle, platea o varadero autorizado. Son necesarios distintos
servicios como electricidad, aire comprimido, gases industriales. Debe contarse
con grúas, acceso para camiones, sistema de disposición de residuos,
instalaciones complementarias como baños, vestuarios, etc.”
Por último, denunció: “La
inacción de los dueños de los barcos es preocupante, el riesgo de colisiones y
el impacto ambiental son un peligro permanente”. El profesional continuó
sosteniendo que “todos los barcos, en uso o no, deben tener un sereno las 24
horas. Y también las licitaciones, todas son públicas y deben estar, los
implicados no deben desentenderse del tema”.
Otros
cementerios
Este canal de la Isla
Santiago no es el único lugar donde hay barcos abandonados. A lo largo del
delta de Berisso y Ensenada se pueden observar las ruinas de embarcaciones en
desusos, en muchos casos prácticamente hundidas.
En la zona aledaña a las
cuatro bocas, a la altura de la Isla Paulino, un sitio donde transitan inmensos
navíos internacionales que se dirigen al puerto, se pueden ver los restos de
embarcaciones que luego de más de una década de abandono, terminaron hundiéndose.
Los días en que el río crece, algunas puntas de los barcos son imperceptibles y
representan un alto riesgo de colisión.
Una situación similar se
presenta en zonas de monte o clubes, donde flotas con un pasado muy activo han
sido abandonadas. En el Astillero Mome de Ensenada, dos embarcaciones están
varadas allí hace años; una es la lancha Piloto Croppi, perteneciente a Naviera
Sur Petrolera S.A., que genera obstaculizaciones en canales de desagüe,
acrecentando así las inundaciones en épocas de lluvia intensa.
El
crecimiento del Puerto de La Plata
El rumor del traspaso de las
actividades del Puerto de Buenos Aires al Puerto La Plata es cada vez
mayor. “En 2015, estaremos en
condiciones de operar con 2 millones de contenedores. Si todo va bien seremos
el puerto de mayor capacidad del Río de la Plata”, dijo en declaraciones a la
prensa Daniel Rodríguez Paz, expresidente del consorcio. En este contexto de
crecimiento de la región, deberán aparecer soluciones inmediatas para el
tratamiento de los cementerios de barcos.
El trabajo en la zona
portuaria avanza día a día. Selma Catino, vecina de la Isla Santiago, acusó que
están comenzando a cortar las puntas del lugar donde vive y de la Isla Paulino,
con el fin de que las embarcaciones puedan girar y maniobrar. Los nuevos
cambios violan la ley provincial de Paisaje Protegido 12.756, nombrada
anteriormente, irrumpiendo sobre el normal desarrollo del medio ambiente.
“El tráfico de grandes
barcos va a aumentar considerablemente, por lo que deberán construir un nueva
salida para las embarcaciones deportivas, siguiendo así con el desmonte y
cambios en la selva marginal autóctona. También van a tener que hacer algo
cuanto antes con los desechos que flotan en la escuela naval”, precisó Catino.
Luis Pelyrio, pescador
aficionado, dijo: “Ya alambraron lugares públicos donde la gente iba a pescar,
por ejemplo en la zona aledaña a los barcos abandonados”.
En este contexto de
crecimiento del Puerto La Plata y la región: ¿Qué pasará con el cementerio de
barcos que ya no será tan invisible? ¿Los mudarán a otro lugar escondido sin
importar los problemas que pueda llegar a ocasionar, desguazarán las
estructuras o buscarán volver a ponerlos en funcionamiento? Mientras el tiempo
pasa y no hay respuestas, el riesgo ambiental y de colisiones está cada día más
latente.
Asimismo, el incumplimiento
de las leyes de circulación naval y las consecuencias en el medio ambiente como
en la población dejan en evidencia la
falta de acción y la complicidad de la Armada Argentina y la Prefectura Naval
para resolver una situación invisibilizada con el paso del tiempo.
Es necesario que las
autoridades de estos organismos estatales reconozcan sus responsabilidades
sobre los barcos y busquen, en tiempo y forma, la manera de solucionar una problemática
oculta que afecta no solo a las aguas linderas a la Isla Santiago sino también
a los pescadores, trabajadores y habitantes de la zona que circulan
diariamente.