Dispensario Tetamanti

Susana Mironuik llegó a trabajar con su traje típico y motivó a todos

“Verlos a todos sonreír y tener ganas me basta para semanas”, reveló.
“Verlos a todos sonreír y tener ganas me basta para semanas”, reveló.

Para muchos la pandemia es una instancia que los lleva a vivir en el frente de batalla, donde el dolor, las angustias y malestares son una constante que requiere de asistencia, paciencia e interminables palabras de aliento hacia los otros.

Este 4 de septiembre de 2020 el tradicional festejo del Día del Inmigrante se vio acotado por la cuarentena, y con ello las ansias de los berissenses que esperan esta fecha tan particular para disfrutar de sus tradiciones y costumbres.

Sin embargo, la sorpresa está a la orden del día y Susana Mironuik, vacunadora del Tetamanti que lleva 33 intachables años desempeñando esta profesión, no dudó en redoblar la apuesta para aportar su toque de alegría.

¿Cómo? Llegando a su puesto de trabajo con el traje típico de la Colectividad Ucraniana a la cual representa.

En entrevista con BerissoCiudad, Susana habló de los motivos que la llevaron a tomar esta iniciativa diciendo: “llevo muy adentro la sangre de mis abuelos. Ellos vinieron de Ucrania y lo fui mamando de siempre; mi papá hablaba mucho con mi abuelo el idioma ucranio, incluso yo también lo estudié y tomé la comunión como hacen ellos, y siempre participé en los bailes y la institución”.

“Y me pareció que en esta instancia podía acercar un momento de felicidad, sobre todo para mis compañeros que no paraban de asombrarse. Hay días que estamos bajoneados o mal por muchas circunstancias debido a la pandemia.  Entonces dije por qué no estar trabajando con la ropa con la que me trajeron mis abuelos”, comentó la referente.

“Me gusta representar mí apellido, soy feliz, y mis compañeros se mostraron muy contentos porque fueron ratos de alegría, de placer”, destacó. “Y muchos me dicen ‘Su, la onda que le metés’, pero lo hago porque estamos pasando un mal momento y de esto tenemos que salir. Todos estamos encerrados, tristes, pero le pongo la mejor onda porque no quiero que nadie caiga”, prosiguió.

En plena labor, “también fue muy lindo ver a los nenes y a los padres que vinieron a vacunarse. Los chicos me miraban el pelo, las flores, y algunos hasta se olvidaron de llorar. Y ahí es cuando te das cuenta que con tan poco podés hacer feliz a otras personas”.

“Verlos a todos sonreír y tener ganas me basta para semanas. Es lo más”, expresó Susana, satisfecha por haber cumplido su objetivo.

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