Se cumple un nuevo aniversario del nacimiento DE DON ERNESTO SABATO. En ocasión de su muerte las pantallas de los televisores se llenaron de referencias sobre el HOMBRE desaparecido, llamando a incontables personajes a que efectuaran una semblanza de su persona.
Algunos, hicieron referencia a su labor literaria y, como no podía ser de otro modo hablaron sobre su producción a la que agregaron el calificativo de” escasa”, olvidando lo que el propio Sábato había expresado incontable veces diciendo que él no era un escritor al uso del que se podía esperar una novela por año.
Hubo quienes haciendo referencia al premio Cervantes que recibió dijeron que quizás fue exagerada la concesión del mismo en relación a sus méritos. En relación a su labor al frente de la CONADEP, hubo quienes hicieron mención al prologo de su autoría objetando su enfoque y las teorías allí expresadas. En otro momento del recordatorio, se hizo mención a su adhesión al Partido Comunista allá por los años 30 siempre con la intención de poner su memoria bajo la lupa de acontecimientos “objetables “para utilizar un término prudente para expresarlo.
Utilizo estas líneas para ubicar desde otra perspectiva la memoria de este HOMBRE. Es así que quiero hacer mención a la totalidad de este ser humano excepcional recordando su faceta de hombre comprometido con su tiempo, quien no sólo fue escritor, sino que además de haber obtenido su doctorado en físico matemáticas fue becado en el año 1938 para trabajar junto al matrimonio Curie en Francia. Utilizó además como modo de expresión la pintura hasta que su visión lo fue abandonando con el paso infalible de los años.
Después de vivir en Francia volvió a la Argentina y, en la provincia de Córdoba, en una vivienda precaria trató de encontrarse con los hechos esenciales de la vida utilizando la meditación para explorar en lo importante que la vida tendría para enseñarle.
Interminable sería enumerar el abanico de sus actividades las que lo enseñan como un hombre comprometido, con errores, como no, pero con un inclaudicable sentido ético de la vida. Murió allí en la casa donde había vivido larguísimos años de su vida, rodeado de sencillez, del aprecio de sus vecinos y respeto de cuantos tuvieron la oportunidad de tratarlo. Este hombre que, seguramente, no necesitó de adquirir numerosas propiedades, con lujos desproporcionados para quizás no habitarlas más que uno o dos días en un año de su vida. Este hombre que no tenía varios vehículos en la puerta de entrada de su casa, este hombre que, a no dudarlo, no necesitó de terceros para ocultar sus bienes o sus negocios y que se permitió vivir en la misma casa durante años invitando a tomar el té al diariero que pasaba por su puerta, solo para mantener una conversación o quizás para reivindicar en ese joven su sentimiento de que allí, en esa utopía que portaba dada su juventud, residía el secreto de la vida.
Desde este rincón deseo decirle, DON ERNESTO, gracias por haber vivido, por sus contradicciones y su lucidez. Gracias por habernos dejado un ejemplo de vida ética. Nuevamente GRACIAS porque su ejemplo nos hace seguir creyendo en esos valores tan escasos en nuestro tiempo. Ahora es fácil entender porque el homenaje que le tributó otro gran hombre como José Saramago despertó tantas adhesiones en la gente que supo comprender la grandeza de valores como los que usted enarboló y que tantos necesitamos en estos tiempos de endiosamiento de lo chabacano, de la ostentación de la riqueza material y de la utilización del discurso demagógico. GRACIAS DON ERNESTO POR SER FARO DE NUESTRAS VIDAS.
(*) Concejal UCR