Después de su sorpresiva salida de la presidencia de Astillero Río Santiago, hace casi tres meses, Pedro Wasiejko rompió el silencio y explicó la delicada situación de los talleres navales bonaerenses. A continuación, la entrevista completa publicada por Infocielo.
-Lo primero que quiero preguntar son las razones de su salida de Astillero Río Santiago.
Se produjo un desbalance político en la interna gremial en el cual terminé siendo el chivo expiatorio de un conflicto ajeno. La situación se originó por el incumplimiento de un acuerdo en el que ATE Ensenada dejó afuera a otro sector, un hecho en el que no tuve participación. En una asamblea en el que se profundizo ese conflicto Francisco Benegas (Secretario General de ATE Ensenada) reclamó mi salida y dispuso que se bloqueara el ingreso mío y de mi equipo al lugar de trabajo haciéndonos responsables de una crisis que él mismo contribuyó a profundizar.
Frente a las elecciones que tendrían lugar unas semanas después de ese conflicto, desde la Provincia consideraron oportuno que diera un paso al costado, aún considerando positiva una gestión que durante cuatro años y con recursos prácticamente nulos, había logrado empezar a ordenar el Astillero, entregar las LICA, realizar el mantenimiento del Américo Vespucio, avanzar en la firma del contrato para la construcción de un dique destinado a la base naval integrada de la Armada Argentina en Ushuaia y consolidar un acuerdo estratégico con un astillero francés. También avanzamos con la colaboración pública privada. Si bien no se trató de trabajos significativos económicamente, el resultado fue positivo en tanto gracias a la capacidad y la mano de obra del Astillero Río Santiago, otros astilleros privados de la provincia pudieron acelerar los tiempos de entrega de embarcaciones gracias a esta sinergia.
De cara al escenario electoral, optaron por evitar un conflicto con el gremio antes que respaldar la continuidad de la gestión. Es comprensible.
-Será entendible para el microclima. Desde afuera parece que hubiera un desentendimiento de parte del Gobierno de la Provincia sobre lo que hace Astillero. Que una interna política genere el corrimiento de una gestión que empieza a dar buenas noticias y que el cargo quede vacante tres meses me lleva a pensar que Astillero no le importa a nadie.
A mí también me resultó difícil, al principio, ver con claridad el potencial real del Astillero. No era evidente. Con el tiempo fui comprendiendo su capacidad productiva y, hacia el tercer año de gestión, logré darle un rumbo, incluso revisando algunas posiciones previas —como la idea de quitarle el régimen de zona franca— para fortalecer su competitividad y su proyección.
-Tres años llevó entender cómo lograr que Astillero haga plata…
A través de la participación en ferias internacionales y del análisis de las necesidades navales en Europa, especialmente en un contexto condicionado por tensiones geopolíticas, entendí que la clave era orientar la mayor parte del trabajo hacia el mercado externo. Ese proceso de maduración llevó tres o cuatro años.
Esos viajes fueron cuestionados por algunos sectores —incluso cuando muchas veces no implicaban gastos para el Astillero—, pero eran estratégicos y empezaban a generar resultados concretos.
-¿Se pudo explicar ese laburo a un Augusto Costa, a un Kicillof? ¿Les interesaba?
Ellos estaban al tanto del trabajo, estaban conformes y, en su modo, acompañaron para que varias cosas pudieran concretarse. Sin embargo, no percibí una decisión política clara de gestionar el Astillero de manera integral. Muchas cuestiones —como ingresos o recategorizaciones— se resolvían directamente entre el Ministerio de Economía y el sindicato. Si bien me convocaban a esas reuniones, no había un trabajo previo con la Presidencia del Astillero que incorporara nuestra mirada técnica o una evaluación de impacto.
En ningún momento se generó una instancia para discutir cómo encarar las negociaciones colectivas, ajustar los convenios o aprovechar recursos adicionales en favor del Astillero.
-Insisto: Da la sensación de que la Provincia solo quería que ARS no fuera un quilombo.
Así fue en un comienzo. Con el tiempo, se empezó a comprender que el Astillero tiene un potencial real. La gestión va a concluir con contratos en marcha para construir embarcaciones, y ese discurso histórico de que “no se puede conseguir trabajo” va a quedar atrás.
El proceso tuvo tres etapas muy marcadas. En la primera, bajo la presidencia de Ariel Basteiro, se regularizaron deudas con proveedores y trabajadores heredadas de la gestión Vidal, y se avanzó en acuerdos marco con Tandanor para encaminar los temas de PDVSA y las lanchas. Durante mi gestión, pudimos finalizar las lanchas, poner un punto definitivo a la indefinición de los petroleros de PDVSA y ordenar las áreas productivas del Astillero.
La discusión central con el sindicato es que no alcanza con tener contratos: si el Astillero tiene problemas de mantenimiento no se pueden cumplir con los trabajos. Es un tema de disciplina, de orden y de gestión. Si tenés un solo transformador de alta y se quema, el Astillero queda parado tres meses. Esas cuestiones estructurales se fueron encauzando: el ascensor para acceder al Azurduy, la bomba de incendio, y otros aspectos que pueden parecer menores pero son los que aseguran que, cuando se avance con un contrato, el Astillero pueda cumplir.
Si ahora se firma el contrato con los franceses —o cualquier otro—, se va a estar en condiciones reales de ejecutarlo. Incluso se avanzó en la compra de una planta de oxígeno, una inversión de 200 mil dólares que ya está comprometida.
-Los gremios, los trabajadores, la burocracia de Astillero, tampoco la hicieron fácil, ¿puede ser que estén aburguesados, acostumbrados a no trabajar?
Creo que aún falta mucho por ordenar. Si mañana se firmara el contrato en el que se viene trabajando, incluso siendo un proyecto importante, la estructura actual de mano de obra del Astillero permitiría cumplirlo sin problemas. A lo sumo podría requerirse algún perfil especializado para tareas muy puntuales. La decisión política del Gobierno ha sido sostener la planta de personal y, para que eso sea viable, es indispensable generar más contratos y diversificar la producción, algo en lo que la gestión venía trabajando. Hoy, incluso un contrato grande sólo cubre entre el 30 y el 35% del gasto anual del Astillero. Y aunque se hizo un gran esfuerzo para avanzar en otros proyectos, distintos factores dificultaron concretarlos, aunque había líneas en desarrollo.
Pero también ocurren otras cosas. El gremio y el intendente de Ensenada impulsaron la construcción de un dique de 90 metros para competir con astilleros privados en trabajos menores, en lugar de apostar por un dique de mayor escala que permita asumir tareas que los privados no pueden realizar y que sí modificarían la ecuación productiva. Esos trabajos pequeños tampoco impactan significativamente en la sostenibilidad económica.
Incluso una renegociación del convenio que permitiera trabajar los fines de semana mejoraría la productividad, pero no alcanzaría por sí sola para volver sustentable al Astillero bajo su estructura actual.
-¿El gremio y el Secco te torcieron el brazo en el pedido del dique?
Fue una iniciativa del gremio y de Secco. Optaron por impulsar ese proyecto con el argumento de que servía para “contener a la gente”. Mi postura siempre fue avanzar con el dique cuyo contrato ya estaba firmado, porque incluso si la gestión nacional no lo acompañaba, su diseño permitía responder a las necesidades productivas reales de la región y proyectar trabajos de mayor escala, no solo tareas menores que no modifican la ecuación del Astillero.
-O sea que Secco y el gremio tienen más llegada al Gobierno y más peso en las decisiones de Astillero que el propio presidente del Astillero.
Yo tengo la formación de ingeniero y experiencia en el funcionamiento real de las fábricas. También tuve discusiones con los propios ingenieros del Astillero: pueden ser profesionales excelentes, pero gestionar es otra cosa. Gestionar implica coordinar recursos, ordenar prioridades y asegurar que un trabajo se cumpla. Esa idea, que es bastante simple, fue motivo de debate permanente.
-Dentro de dos años va a haber elecciones y puede haber cambio de gobierno, ¿cómo ves el futuro de Astillero?
Lo veo con mucha incertidumbre, igual que al conjunto del sistema de empresas públicas. Sin una política clara y sostenida, y sin un modelo de gestión que priorice la eficiencia y la inversión, el futuro del Astillero es frágil.